domingo, 31 de mayo de 2009

¿Vale la pena apostar en Ciencia Básica en el Perú?


Por Rodrigo A. Maillard, Ph.D.
Postdoctoral Fellow
Lawrence Berkeley National Laboratory
University of California, Berkeley

Cuando uno estudia alguna carrera en ciencias básicas en Lima, siempre escucha que un país para ser desarrollado necesita generar su propio conocimiento científico y tecnológico, orientado a las necesidades y contextos propios. No estoy seguro si esta afirmación haya sido demostrada rigurosamente (por lo que sería aún una hipótesis), pero sí creo que puede afirmarse, sin temor al error, que existe una correlación entre país desarrollado y desarrollo científico.

Ahora bien, ¿es importante, y sobre todo viable, generar conocimiento y tecnología propios, en un país como el Perú? La respuesta, en teoría, es sí; sin ciencia propia no hay desarrollo tecnológico propio.Sin embargo, en la práctica, la respuesta no es tan clara. Por sus características, la inversión en ciencia básica(1) podría no resultar muy atractiva para el Perú, frente a sus muchas y apremiantes necesidades primarias, como salud, alimentación o vivienda. La ciencia básica es costosa, requiere capital humano especializado, tiene metas a largo plazo y muchas veces la aplicación directa del conocimiento generado no es obvia. Empero, tal vez un ejemplo real sirva para buscar una respuesta práctica a tan importante pregunta.

En el Perú, a principios de la década de 1990 se desarrolló un método innovador para el diagnóstico de la enfermedad de la Uta; enfermedad endémica de regiones tropicales del país, causada por el parásito Leishmania. Este método es rápido para un tratamiento efectivo y práctico para su uso en regiones rurales, donde la enfermedad es más prevalente. Para desarrollar este método, se tuvo que importar la tecnología del PCR (Reacción en Cadena de la Polimerasa), la cual sirve para amplificar regiones específicas del genoma de un organismo, en este caso, el genoma del parásito Leishmania. La aplicación de esta tecnología no se limitó a prender el instrumento, tirar muestras dentro del éste y ver los resultados. Muy por el contrario, la situación real era que ya existía un grupo de investigadores bien establecidos en el Instituto de Medicina Tropical Alexander von Humboldt (en Lima) que conocía mucho del parásito. Conocían la organización molecular del ADN del parásito, y qué regiones del ADN podrían ser candidatos para el diagnóstico de la enfermedad.

Ese conocimiento científico con el que ya contaban los investigadores peruanos tomó varios años en obtenerse. Y es en base al mismo que se pudo desarrollar el método aplicado para dicho diagnóstico, que lanzó aún más al “reconocimiento científico internacional” a este grupo de investigadores. El día de hoy representa unos de los grupos científicos más importantes en nuestro país. ¿Qué significa eso? Que la reputación de este grupo ayuda a obtener fondos monetarios para continuar haciendo investigación básica, que estudiantes de distintas universidades puedan obtener becas para especializarse en el extranjero (como es mi caso y de varios más) y que posiblemente más adelante se generen más tecnologías que ayuden a la sociedad peruana. Así, se genera un círculo virtuoso entre ciencia, tecnología y sociedad. Y, como este ejemplo, hay muchos más en el Perú aunque, ciertamente, no los suficientes.

Es decir, hoy nos encontramos en un contexto peculiar que debería ser alentador para impulsar la actividad científica y el desarrollo tecnológico en el Perú. De un lado, es posible acceder a los grandes avances alcanzados en otros países, por lo que no es estrictamente necesario emprender localmente un camino largo, costoso y hasta frustrante, sino ayudarnos al importar los resultados o productos finales. Por otra parte, el Perú atraviesa por un buen momento económico, aún a pesar de la crisis internacional, lo que significaría que se cuenta con los recursos necesarios para importar ciencia y tecnología foránea (que obviamente no es gratis). Sin embargo, queda fuera de esta ecuación un tercer elemento que es el más importante, pues hace relevante los dos previos: contar con una base científica propia que permita la adecuación de la ciencia y tecnología que se importe, tal cual ha sido el caso usado a modo de ejemplo. Y es ahí, precisamente, dónde se encuentra el mayor reto.

Y para poder alcanzar ese reto, creo que tienen que haber tres fuerzas que converjan: El sector académico, la iniciativa privada y, sobre todo, el Estado. En el Perú, la política de estado para promover el desarrollo científico es mínima. Los fondos designados a investigación básica son pocos comparados a la designación de recursos para investigación en otros países. Por ejemplo, nuestro país vecino, Chile, designa por ley, un porcentaje de los royalties por la exportación del cobre, que se traduce a un número importante de becas para estudiantes chilenos para hacer estudios de postgrado en su país o en el extranjero, y también para desarrollar proyectos científicos de relevancia para su país.

De otro lado, uno también podría preguntarse cómo convencer al Estado peruano para apostar más en ciencias básicas. Creo que los científicos peruanos, en el extranjero o en el Perú, tienen que salir del laboratorio e interactuar más con la sociedad, y quizá, hasta en el ámbito político. Es fundamental dialogar en otros lenguajes que no sean científicos para transmitir la relevancia de la ciencia básica como requisito del proyecto mayor que es hacer del Perú un país desarrollado.

Como conclusión, en este mundo globalizado, creo que podríamos disminuir parcialmente la barrera del desarrollo científico propio importando conocimiento ajeno. Claro está, ese conocimiento importado tendrá un costo. Pero el Perú tiene un crecimiento económico muy grande y, contando con una base científica propia, podría moldearlo a nuestras necesidades, y aplicarlo inmediatamente después en beneficio de la sociedad. Así, quizá la frase “un país para ser desarrollado necesita generar su propio conocimiento científico y tecnológico“ sea mucho más alcanzable el día de hoy para un país como el Perú.

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(1) Me refiero a ciencia básica, a carreras profesionales que incluyen Química, Física, Biología, Matemáticas, Ciencias Sociales, entre otras.

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