jueves, 19 de marzo de 2009

Educación Escolar: Políticas simples para elevar la calidad de oferta e incentivar la demanda


Diether W. Beuermann
Ph.D. (c) in Economics, University of Maryland at College Park – USA
Consultant, Inter-American Development Bank / World Bank – Washington DC

En mi artículo previo (ver Desafío 2: El de Siempre…Educación) abordamos el tema de la ineficiencia en que actualmente se encuentra nuestro sistema educativo escolar. Ahí analizamos los posibles determinantes del ínfimo nivel de eficiencia en este nivel de educación y planteamos algunas alternativas de política encaminadas hacia elevarlo. El objetivo de elevar el nivel de accesibilidad a una educación escolar de calidad se hace especialmente relevante ya que hoy tenemos evidencia científica que muestra cómo la etapa escolar determina en gran parte el potencial éxito en estudios superiores. Por ejemplo, Gould et. al. (Quarterly Journal of Economics, 2004) demuestra cómo un niño que asistió a un buen colegio durante sus primeros tres a cuatro años de educación escolar tiene una probabilidad 10% mayor de seguir estudios universitarios con respecto a un niño con similares características (tanto de inteligencia, entorno social y posición económica) pero que asistió a una escuela de menor calidad. Es decir, los efectos de la educación escolar inicial se ven reflejados inclusive hasta la etapa universitaria.

Es así como una primera prioridad a cubrirse en el objetivo de elevar nuestro nivel de capital humano reside en la educación escolar y principalmente en los primeros años de la misma. Ante esto, debemos tomar consideraciones tanto por el lado de la oferta como por el de la demanda. El tema tratado en el anterior artículo sobre la eficiencia en la provisión de educación se refirió a la oferta escolar. Al respecto, seguiré con algunas propuestas por el lado de la oferta que han evidenciado ser efectivas. Un aspecto relevante se refiere a la distribución de estudiantes entre distintos grupos. Una interrogante es si dividir las aulas de acuerdo al rendimiento académico es mas beneficioso que simplemente dividir a los estudiantes al azar entre distintas aulas. Por un lado, formar grupos homogéneos trae los beneficios de poder estructurar las clases uniformemente y avanzar más rápido. Sin embargo, mezclar estudiantes de distintos niveles podría traer beneficios referidos a efectos de contagio de estudiantes relativamente mejores hacia aquellos de menor rendimiento vía un efecto de patrón o competencia. En este sentido, Duflo et. al. (mimeo MIT, 2006) demuestra, haciendo uso de un experimento real en Kenya, que dividir las aulas de acuerdo al nivel académico contribuye a una mejora sustantiva en rendimiento verbal y matemático de todos (tanto aulas de alto nivel y bajo nivel académico) con respecto a la división de estudiantes entre aulas al azar. Es así como una política conveniente podría ser la de optar por dividir las aulas de acuerdo a puntajes obtenidos en un examen tomado antes de iniciar el año escolar.

Por el lado de la demanda, se sugiere que dentro de las zonas agrícolas-rurales, los padres de familia valoran relativamente más el consumo presente con respecto a la expectativa futura de los rendimientos de la educación para sus hijos. Este argumento se da muchas veces para explicar la incidencia del trabajo agrícola infantil y la baja asistencia o rendimiento escolar. Sin embargo, al utilizar esta explicación, se asume que los padres de familia realmente conocen los rendimientos potenciales futuros de la educación, pero dada su miopía prefieren tener mayor producción proveniente de los niños hoy que un rendimiento al capital humano esperado en el futuro. Ante esto, cabe preguntarse si realmente los padres conocen los rendimientos esperados futuros de la educación. La respuesta aparente es que no. Nguyen (mimeo MIT, 2008) demuestra que el proveer de información sobre los rendimientos esperados futuros de la educación a padres de familia en zonas agrícolas de Madagascar, elevó significativamente la asistencia y rendimiento escolar con respecto a familias que no recibieron dicha información. Es decir, la explicación que recae en la miopía del agricultor parece tomar un supuesto que no se cumple y es realmente una falta de información y capacitación hacia los padres lo que vendría explicando el bajo interés por la educación en zonas rurales. La obvia respuesta de política hacia el incentivo de demanda por educación escolar sería la de proveer información referente a los beneficios futuros de la educación.
Estas dos políticas relativamente simples, han probado tener un efecto significativo tanto por el lado de la oferta como por el de la demanda escolar. Si bien es cierto que los entornos en los que se probaron son distintos al Peruano; no perderíamos nada en comprobar vía estudios pilotos de tratamiento asignado en forma aleatoria la efectividad de tales políticas. Reproducir y adaptar estas intervenciones dentro de nuestro entorno proveería información y conocimiento extremadamente valioso para el diseño de políticas educativas concretas que incentiven el mercado educativo hacia una mejor calidad.

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